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domingo, 29 de abril de 2012

EL REFUGIO DEL TROTAMUNDOS

Muchas son las opiniones, muchas las ideas, muchas las circunstancias de estos trotamundos y como se puede ver, muchos los apoyos que pueden recibir, no solo ya de instituciones, sino también de personas que, en cierta manera, están en contacto íntimo con ellos y sus circunstancias. Pero mientras tanto, ¿qué es lo que pueden hacer si no tienen un techo ni lugar donde caer muertos? A pesar de todo, ellos tienen su refugio con otros trotamundos, que aunque no están en semejante situación, si que trotan el mundo con su oficio y su buen hacer. Son gentes de la música, que con su arte, mitigan las penas y soledades de los trotamundos, puesto que ellos también tienen sus más y sus menos y también albergan penas y desencantos, pero que espantan con su música, porque como dice el refrán, “quien canta, su mal espanta”.


 Estos trota músicos, por así definirlos, crean un refugio para todos estos trotamundos, en el que se pueden refugiar cuando las penas pesan demasiado, cuando la soledad es abrumadora, cuando sienten el aliento de la derrota susurrándole en sus pensamientos las noches oscuras y que con unas cervezas y buena música comparten todos ellos algo que les une, algo que siempre les hace levantarse cuando caen, algo que siempre alza el ánimo y endulza el amargo espíritu. Dicen que la música amansa a las fieras, pero también aleja los temores y los cambia por ilusiones; y los trotamundos, semejantes a guerreros que vienen de duras batallas, buscan su refugio particular, donde la música, por un rato, los abraza con un saludo lleno de esperanza y alivian las heridas de la batalla del día a día, intentando sobrevivir en una sociedad tan competitiva como la nuestra, donde muchas veces solo cuenta el lema de “tanto tienes, tanto vales” y si nada tienes…¿cuánto puedes valer? Cruda realidad para los que nada tienen, pero en su refugio, con trotamundos semejantes a ellos, no importa lo que tengas, si tienes poco, mucho o nada, sino que lo que cuenta es cuánto quieres sentir, cuánto te quieres dejar llevar por las melodías de estos trota músicos, que entre las notas y canciones que interpretan, son capaces de elevar los espíritus a mundos y dimensiones en los que la derrota y el desaliento no pueden llegar y donde se sirve buen vino para los de decaído ánimo y dulce licor para aquellos que tienen amargas sus esperanzas. 

No importa el nombre del refugio donde tocan estos trota músicos, ni siquiera el lugar, hay muchos, y siempre hay un hueco para aquellos trotamundos que buscan la esperanza ante la desesperanza, que buscan el alivio ante el dolor, que cambian la compañía por la soledad, aunque saben a ciencia cierta que la soledad siempre les espera a la puerta, como fiel lazarillo, pero mientras tanto, que espere. Penas, dolores y desencantos son cambiadas por alegrías, ilusiones y esperanzas. Esperanzas de que no todo siempre tiene que ser de color negro, esperanzas de ver la luz al final del túnel, porque si una cosa han aprendido los trotamundos es que hay que ser fuertes ante las adversidades y que, si la buscan, hay una mano amiga que les ayuda a salir del pozo. Todo esto y muchas cosas más, se sienten y palpan en estos refugios. Refugios en los cuales los sueños viajan al compás de bellas canciones y melodías que recuerdan los días en que las cosas eran de otra manera y sus vidas eran muy distintas, armonías y notas que luchan a capa y espada contra la tristeza que siempre intenta ahogar las alegrías, escaleras musicales que conducen a lugares más allá de este mundo, a universos llenos de mil músicas, plenos de anhelos y recuerdos que no se olvidan y que entre las brumas de las canciones y alguna cerveza que otra, encienden la luz de los aposentos olvidados de los oscuros corazones que, penalidades y desalientos, oscurecieron un mal día. Refugios en los que, por unas horas, se sienten como el rey de la montaña y todo aquello que apena sus almas y corazones quedan allá abajo y no los pueden alcanzar. Trotamundos y trota músicos, juntos, unidos en un mismo sentimiento, crean sinfonías que las tristezas y los desarraigos no pueden romper ni alterar la carencia de su mensaje. Mensaje que cala en lo más profundo de sus seres, llenándolos de esperanzas y con un pensamiento que recorre los sombríos escondrijos de una mente torturada por los muchos vaivenes que la vida les da. Sí, en estos refugios, donde maestros e instrumentos se funden, por mediación de la música, en un solo ser. 

Alquimistas de melodías, artistas de las sinfonías, creadores de sueños y malabaristas de canciones colman los sentidos con sensaciones inimaginables todos los rincones tristes en donde se refugian los sentimientos. Sí, en estos refugios los trotamundos se refugian y dan, por unas horas, descanso a sus castigados ánimos y amparándose al abrigo de los trota músicos, recorren caminos y sendas que los llenan de alegría, de esperanza y de fe en que algún día… algún día, todo este infierno se acabará, porque todo lo que empieza, tiene un final y en estos refugios ese final parece estar más cercano.

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